
La Prehistoria
La Prehistoria es la etapa que va desde la aparición del primer ancestro del ser humano (austrolopithecus), hace unos cinco millones de años, hasta la invención de la escritura (3500 a.C.). Se divide en Edad de Piedra (Paleolítico y Neolítico) y Edad de los Metales.
El Paleolítico (‘piedra antigua’), por su parte, se remonta a la aparición de los primeros hominidos (-600.000), y culmina con el desarrollo de la agricultura, que dio lugar a la revolución neolítica (-10.000).
Durante el Paleolítico, el ser humano elaboraba instrumentos de piedra (o líticos) que empleaba para la caza y la pesca, actividades que, junto con la recolección, constituían su principal soporte vital. El agotamiento de los recursos alimentarios de que disponía la naturaleza, obligaba a las primeras comunidades humanas a cambiar constantemente de hábitat, por lo que el ser humano vivía al abrigo de las cuevas que encontraba, o de cabañas fáciles de construir.
Esta errática forma de vida se llama nomadismo. Sin embargo, el nomadismo dio lugar al sedentarismo con la aparición del Neolítico (‘piedra nueva’), que es fruto del descubrimiento de la agricultura y de la ganadería. A partir de ese momento, el ser humano estableció asentamientos permanentes, es decir, se hizo sedentario, y, mediante la agricultura y la ganadería, aprendió a controlar la producción de alimentos, control que contribuyó, además, al crecimiento de la población.
La Edad de los metales nace de la necesidad del ser humano de defender militarmente su territorio del ataque de tribus enemigas. Asimismo, las manifestaciones artísticas (parietal y mobiliar) derivan de asentamientos más longevos (a partir del -35.000).
Algunos de los principales homínidos (dejemos de lado, de momento, nuevos ejemplares de homínidos que se han descubierto con posterioridad), son: el Austrolopithecus, el Homo Habilis, el Homo Erectus, el Homo Sapiens Neanderthalensis y el Homo Sapiens Sapiens, cuyos rasgos antropomórficos son los siguientes:
- Austrolopithecus: Tiene una antigüedad de 3,9 a 2,9 millones de años, y posee una capacidad craneana de 500 cm3 a 600 cm3.
- Homo Habilis: Tiene una antigüedad de 2,5 millones de años, y posee una capacidad craneana de 600-750 cm3.
- Homo Erectus: Tiene una antigüedad de 1,5 millones de años, y posee una capacidad craneana de 800 cm3 a 1.000 cm3.
- Homo Sapiens Neanderthalensis: Tiene una antigüedad de 400.000 años, y posee una capacidad craneana de 1.500 cm3.
- Homo Sapiens Sapiens: Corresponde al ser humano actual desde hace 250.000 años. Posee una capacidad craneana de 1.400 cm3 a 1.450 cm3.
Fechas clave
Edad de piedra
- -600.000 Paleolítico Inferior: Austrolopithecus, Homo Habilis, Homo erectus.
- -80.000 Paleolítico Medio. Homo Sapiens Neanderthalensis.
- -35.000 Paleolítico Superior: Homo Sapiens Sapiens (Cromagnon).
- -10.000 Mesolítico. Transición al Neolítico.
- -5.000 Neolítico.
Edad de los metales
- -2.400 Eneolítico.
- -1.700 Edad del bronce.
Ficha técnico-artística

Título y año: En busca del fuego, 1981.
Duración: 105 min.
País: Canadá.
Director: Jean-Jacques Annaud.
Guión: Gérard Brach (basado en la novela homónima de J.H. Rosny).
Música: Philippe Sarde.
Fotografía: Claude Agostini.
Reparto: Matt Birman, Franck-Olivier Bonnet, George Buza, Rae Dawn Chong, Nicholas Kadi, Everett McGill, Ron Perlman, Kurt Schiegl y Gary Schwartz .
Productora: Coproducción Canadá-Francia-Estados Unidos; Belstar Productions / Ciné Trail / Stéphan Films / International Cinema Corporation.
Género: Aventuras, Prehistoria.
Sinopsis
Filme ambientado en el Paleolítico Medio, es decir, hace cerca de 80.000 años, cuando en el mundo conocido se presume que coexistieron más de una especie de homínidos. Un clan de neandertales que depende del fuego (los ulams) -que saben mantener, pero no producir-, sufre el ataque de una horda homínida más primitiva, que extingue la única hoguera del clan, lo que les obliga a ir en busca de un nuevo fuego.
Valoración crítica
Mientras que en 1981, España asistirá a un golpe de Estado que amenaza con revertir el proceso de transición de una dilatada dictadura a una incipiente democracia orquestada desde arriba, el mundo también será testigo de acontecimientos de no menos relevancia, como por ejemplo, el intento frustrado de magnicidio contra el papa Pablo II, el reconocimiento médico oficial del SIDA como epidemia, el nacimiento de Microsoft o el lanzamiento por IBM del primer ordenador personal o PC, entre otros. Ahora bien, casi la totalidad de la década de los 80, y, para ser más exactos, el período comprendido entre 1980 y 1988 recibirá el nombre de “Era Reagan”, porque, no en vano, Estados Unidos de América permanecerá bajo el poder de un omnímodo presidente con ínfulas de emperador ávido de acariciar la hegemonía mundial, que, desafortunadamente para él, compartirá con la Unión Soviética hasta el año 1989, cuando cae el muro de Berlín, y la URSS inicia una rápida decadencia hasta su desintegración definitiva en 1991. Además de ello, durante gran parte de aquella década, Estados Unidos aprueba los presupuestos militares más desorbitados de su historia al tiempo que recupera su liderazgo internacional avalado por un inusitado rearmamento y una agresiva política exterior de la que dan fe la Iniciativa de Defensa Estratégica o “guerra de las galaxias”, así como también, intervenciones militares como la invasión de Granada (1983) y de Panamá (1989), la desestabilización de Nicaragua o el bombardeo de Libia en el año 1986. Es, en este contexto histórico, en el que se estrena En busca del fuego, de Jean-Jacques Annaud, un contexto en el que, mientras que el mundo arroja al nacimiento de una única superpotencia ávida de someter a todos a su voluntad, los académicos se adentran en el estudio interdisciplinar del ser humano, haciendo un ejercicio de introspección que, al parecer, intenta responder al origen de pulsiones humanas como las que llevan a la sociedad por un camino u otro. Prueba fehaciente de éste es la película que nos ocupa, cuya realización contó con la colaboración del zoólogo Desmond Morris (autor, entre otras obras, de El mono desnudo) para la expresión corporal de los personajes, o del escritor Anthony Burgess (autor de La naranja mecánica, obra en la que se inspira la película homónima dirigida per Stanley Kubrick en 1971) inventó para este filme un lenguaje hipotético, algunos de cuyos principales términos son estos:
- Animal: tirr.
- Ir: margiom.
- Copular: falax.
- Miedo: pavr.
- Arma: slakhataka.
- Mucho: tann.
- Bueno: otim
- No: ochiné.
- Enemigo: nyimizi.
- Sí: siyeda.
- Grande: meg.
- Rápido: vitrash.
- Guerra: slach.
- Tomar: toma.
- Hambre: esschai-vaou.
- Ver: ogozig.
- Fuego: Atra.
Así pues, el control del fuego, que otorga la confianza suficiente al ser humano como para explorar territorios ignotos, es decir, territorios por descubrir, es comparable a su hambre de conquista del mundo, del espacio y del cosmos, la última frontera de nuestro género. Pero lo que reviste verdadera importancia es el hecho de que el control del fuego simboliza el control del poder del clan y de otros clanes, es decir, de la propia y del resto de sociedades que habitan nuestro Planeta.