Gladiator (Ridley Scott, 2000)

Ficha técnico-artística

Gladiator. Título original: Gladiators, The. Idioma: Inglés. Nacionalidad: Estados Unidos y Reino Unido, 1999. Productores: David Franzoni, Branco Lustig y Douglas Wick. Productores ejecutivos: Laurie McDonald y Walter F. Parkes. Productor asociado: Terry Needham para Universal Pictures y Dreamworks. Dirección: Ridley Scout. Ayudante de dirección: Chris Burgess. Guión: David Franzoni, John Logan y William Nicholson, basado en un argumento de David Franzoni. Fotografía: John Mathieson. Diseño de producción: Arthur Max. Montaje: Pietro Scalia. Casting: Louis DiGiaimo. Música: Hans Zimmer (música adicional, compuesta por Klaus  Badelt y Lisa Gerrad). Dirección artística: Keith Pain. Decorados: Jille Azis, Elli Griff, Sonja Klaus y Crispian Sallis. Vestuario: Janty Yates. Efectos especiales: Lee Lighting. Ltd. y Mill Films. Intérpretes: Russell Crowe (Máximo), Joaquin Phoenix (Cómodo), Richard Harris (Marco Aurelio), Djimon Hounsou (Juba), Derek Jacobi (Graco), Oliver Reed (Próximo), Connie Nielsen (Lucilla), David Schofield (Falco), John Shrapnel (Gayo), Tomas Arana (Quinto), Ralph Moeller (Hagen), Spencer Treat Clark (Lucio), David Hemmings (Casio), Tommy Flanagan (Cicerón) y Sven Ole Thorsen (Tigris de las Galias), Omid Djalili (Tratante de esclavos), John Quinn (Valerio), Nicholas McGaughey (Guardia pretoriano 1), Alun Reglan (Guardia pretoriano 2), Chris Kell (Escribano), Tony Curran (Asesino 1), Mark Lewis (Asesino 2), David Bailie (Ingeniero), Chick Allen (Líder germano), David Nicholls (Gigante), Al Ashton (Entrenador romano), Billy Dowd (Narrador), Ray Calleja (Mozo de Lucio), Giannina Facio (Esposa de Máximo) y Giorgio Cantarini (Hijo de Máximo). Duración: 155 minutos. Color: Technicolor. Distribución: UIP. Calificación: No recomendada a menores de 13 años. Sonido: DTS-ES / Dolby EX 6.1 / SDDS. Estreno: 19 de mayo de 2000.

Introducción

El cuadro Pollice Verso (pulgares hacia abajo) del pintor del siglo XIX Jean Leon Gerome, que retrataba, alegóricamente, el poder que alcanzó el Imperio romano en su máximo apogeo, impresionó hasta tal punto a Ridley Scott, que apenas sin dudarlo, emprendió la arriesgada aventura de rodar una apoteósica gesta que reuniera todos los ingredientes necesarios para rememorar la Roma Imperial y rescatar del olvido un género, el peplum, que ya hacía mucho había caído en desuso. “Walter –declaraba Scott– puso una reproducción del cuadro sobre mi mesa. Era una imagen que describía el imperio romano en toda su gloria y depravación. Fue en ese momento cuando me sentí enganchado al proyecto”.

El rodaje de Gladiator se extendió por tres países: Inglaterra (Reino Unido), Marruecos y Malta. En el bosque inglés de Farnham se escenificó la batalla entre las tribus germanas y las huestes romanas en lo que fuera Germania, territorio situado en la frontera norte del Imperio. Allí se produjo una curiosa coincidencia: la Comisión Forestal Británica decidió justo en aquel momento, deforestar aquella zona. Scott y el equipo de rodaje se ofrecieron a ayudarles cuando sentenciaron: “Lo haremos por ustedes, quemaremos ese bosque”. Y lo hicieron. Ese gesto constituye, por otra parte, una prueba fehaciente de la influencia del cine. El rodaje y la subsiguiente exhibición de un filme altera (en algunos casos) el entorno natural, moldea mentalidades, aguijonea la curiosidad por la historia y estimula la imaginación.

Tras el rodaje en Inglaterra, el equipo se trasladó a Ouarzazate (Marruecos). Allí se rodaron las escenas del mercado de esclavos, la escuela de gladiadores de Próximo y el pequeño circo, mientras que en Malta, se reconstruyó parte del Fuerte Ricasoli (s. XVII) para recrear el coliseo romano, en el que el general Máximo se batirá en duelo contra el reciente e ilegítimo emperador, Cómodo. La reconstrucción de esta fortificación militar (construida con la finalidad de contener a los corsarios que amenazaban con sus incursiones con invadir la isla), permitió recuperar un valioso monumento, derruido casi en su totalidad, que pronto se convirtió en un reclamo turístico de primer orden. Se reconstruyó parte del original, pero no en su totalidad. Por falta de tiempo y de espacio, sólo se restauró un fragmento de la primera de las tres arcadas y los subterráneos. El resto se generó por medio de imágenes animadas por ordenador, que contribuyeron, además, a incrementar la población de las calles de la Roma recreada en el filme. Uno de los actores principales, Oliver Reed (Próximo), murió durante el rodaje en la isla de Malta, y también fue reemplazado por la “técnica”.

No pocas veces, el imaginario colectivo se forma una imagen distorsionada de la realidad, que el cine también contribuye a falsear, induciendo a peligrosos equívocos que sólo un análisis riguroso puede detectar y, consiguientemente, corregir. Valga, como ejemplo, la confusión histórica que provoca la mezcla en el filme de numus (luchas entre gladiadores), con venationes (combates de gladiadores con animales), o con carreras de cuádrigas, que no se realizaban en el coliseo, sino en el Circus Maximus. 

No cabe duda, sin embargo, de que Gladiator, pese a las deficiencias que le caracterizan (que no en vano, le han conferido, si cabe, mayor popularidad), ha despertado un renovado interés por el peplum. Ahora bien, no parece que deba tener continuidad, dado que es un género tan pomposo y efectista como pueda serlo cualquier otro hoy en día, y los efectos especiales de otros filmes de géneros dispares hacen difícil que el cinéfilo centre su atención, exclusivamente, en las películas de romanos. En este caso, parecía que el equipo de rodaje perseguía la superioridad del guión por encima del espectáculo al declarar: 

Una vez escrito el guión, tuvimos que pensar en encontrar un cineasta capaz de controlar la escala física y espectacular del proyecto, de forma que el escenario no se comiera los aspectos esenciales de los personajes y el argumento. Y desde un principio pensamos en Ridley Scott.

Por el contrario, el efectismo de Gladiator (que el director y sus ayudantes no valoraban por encima de otras cualidades del filme), se ganó el favor de Hollywood, al cosechar hasta cinco estatuillas (huelga decir que obtuvo premios en otros certámenes).

A pesar de todo, como colofón a esta introducción, hay que reconocer que la película contribuye a una nada despreciable aproximación a la Roma clásica, a la política y a la sociedad de la época que Gladiator presenta estrechamente unidas por el espectáculo circense (que el emperador Cómodo, por su parte, promovía denodadamente).

Sinopsis

Año 180 d.C. El gran general romano Máximo, leal servidor del emperador Marco Aurelio, tras un duro combate contra una tribu germánica que amenaza con sus incursiones con franquear la frontera norte del Imperio, regresa victorioso al fuerte donde están provisionalmente instalados él, sus huestes y el mismo emperador. Allí, Marco Aurelio, que considera que Máximo es el candidato idóneo para heredar el Imperio, le expone su deseo de legárselo, pero el general, haciendo gala de honradez, renuncia al cargo, y manifiesta su respeto hacia el orden sucesorio, de acuerdo con el cual, es al hijo del emperador, Cómodo, a quien le corresponde heredarlo. Sin embargo, el emperador desconfía de su hijo, dada su absoluta falta de integridad. 

No en vano, cuando Cómodo se entera de las intenciones de su padre, aprovechándose de un momento de intimidad en el que padre e hijo departen sobre sí mismos, le asesta una puñalada a traición para fingir la muerte natural del emperador y autoproclamarse su sucesor. Máximo se muestra tan cauto como intuitivo. Cuando Cómodo le propone sea su general, éste declina la oferta, y el ilegítimo emperador, consciente del peligro que entraña un nuevo enemigo que conoce todos los entresijos del poder, no duda en ejecutarle a él y a los suyos. Manda a sus mercenarios al hogar de Máximo, en Emerita Augusta, Hispania (la actual Mérida, en Extremadura) para matar a toda su familia. Máximo, tras forcejear contra los soldados que han recibido la orden de matarlo, consigue huir, y, precipitadamente, monta a caballo y emprende un viaje a su tierra (¡En un dudoso intervalo de tres días!). Sin embargo, no llega a tiempo y se encuentra con un panorama desolador: su esposa y su hijo han sido cruelmente asesinados y colgados de un árbol. Mientras contempla los cadáveres de su familia, le asaltan las tropas imperiales, lucha contra ellos, es herido, pierde la conciencia y cae en redondo. Acto seguido, un nuevo plano nos muestra a Máximo atendido por Juba (miembro de una caravana de traficantes de esclavos), mientras es trasladado a Zucchabar (probablemente, en la actual Argelia).  

Poco después, es entrenado como gladiador, y no tarda en alcanzar una gran fama en la arena. Aprovechándose del favor del público, se prepara a conciencia para regresar a Roma, decidido a vengar la muerte de su familia y de su protector, el emperador Marco Aurelio. Su adiestramiento evoca, ni que sea por su condición de gladiador, el deseo de victoria y popularidad de un deportista de elite que se prepara para un gran acontecimiento deportivo para alcanzar la categoría de mito. Respecto a esto, no deja de sorprender el sentido lúdico que adopta la lucha última cuerpo a cuerpo que libran en la arena él y el emperador, y que se salda con la muerte del segundo de ellos, desatando la euforia del aforo. El realizador del filme decía con relación a esto último:

No me pregunto… si renacerá un impulso cinematográfico que tuvo ejemplos ilustres. Antes bien, me pregunto si el público establecerá un paralelismo entre mi gladiador y los mitos que las masas encuentran hoy en los campos a veces violentos, del deporte, de la política y de la vida diaria.

Finalmente, el poder de Roma, muertos en combate el emperador y el general, recaerá en manos del Senado, al que se le restituye la confianza que Cómodo le había usurpado al ocupar el poder ilícitamente. A pesar del sentimiento de consternación que se adueña de todo el coliseo, de nuevo, el Happy End hollywoodiense sellará el destino de Roma, aun contraviniendo a la historia.

Contexto histórico

La acción del filme se sitúa entre la victoria del emperador Marco Aurelio sobre los marcomanos en Vindobona (la actual Viena, capital de Austria) y la sucesión al trono de éste, por parte de su hijo Cómodo, el que será el último descendiente de la dinastía de los antoninos. 

Marcus Annius Aurelius Verus (Marco Aurelio) llegaba al poder en el año 161 d.C, tras suceder a Antonino Pío. Contaba con 40 años de edad y con una sólida formación humanística, de lo que se infiere, fácilmente, que fuera conocido por todos como “el filósofo”. Hallándose el emperador en Vindobona, murió aquejado de peste el 17 de marzo del año 180, y no en manos de su hijo Cómodo, como induce a creer el filme. Marco Aurelio, no sin dificultades, alivió el peso fiscal del Imperio sobre los más desfavorecidos al tiempo que hacía considerables esfuerzos por proteger las fronteras de Roma, y aún ampliar el territorio, cuyos confines eran sobradamente vastos, ya por aquél entonces. La afinidad que le unía al emperador precedente, Trajano, contribuyó a situarle en la línea sucesoria. Ambos eran de origen hispano, como el general Máximo en el filme. El cosmopolitismo que destila la película da a entender la vastedad de un Imperio que sólo una conducta recta podía preservar. Por ello, son muchos quienes defienden el restablecimiento de la República como la solución más efectiva para combatir el despotismo de muchos emperadores cuya política se basaba en una mezcla de exceso y represión, necesaria para contener a una población ávida de justicia social y contraria al abuso de los poderosos. Para Cómodo, la única solución al descontento popular parecía ser una fórmula aparentemente infalible: panem et circenses, o lo que es lo mismo, alimento y diversión. La base del alimento que se materializaba a través de la annona (reparto de trigo y otros alimentos de primera necesidad), constituía, como no podía ser menos, el producto final del ingrediente principal: el pan. La diversión, por otro lado, estaba garantizada sobre la base de los espectáculos que se celebraban en el coliseo y en el circo. 

Asegurado el orden en el interior por el nuevo emperador, Cómodo debía granjearse la confianza de sus enemigos, para lo cual, firmó un tratado con los marcomanos a fin de apaciguar el territorio también en el exterior. Sin embargo, como sostiene el historiador Indro Montanelli en su obra Historia de Roma: “Por dos veces se producía un milagro para que aquellos turbulentos germanos pudieran salvarse, un milagro del que más adelante Roma habría de pagar las consecuencias”. El emperador “gladiador”, como era conocido popularmente, gustaba de combatir como tal en la arena, y cualquier asunto de estado que perturbara su tiempo libre, que acostumbraba, por otra parte, a ser dilatado, debía solventarse a la mayor brevedad, fueran cuales fueran las consecuencias. Por un lado, había que subyugar a la población sobre la base de un doble chantaje: comida y juegos, sin coste alguno. Pero, aún así, esa maniobra no ocultaba los verdaderos problemas caracterizados por una misérrima situación agudizada por la presión fiscal de un Imperio que ya no se bastaba a sí mismo.

Por otra parte, si bien es verdad que Cómodo era dado a luchar en la arena, como ya hemos dicho (participó como gladiador en 735 combates), es aventurado afirmar que muriera en manos del general Máximo, ya que éste fue una de tantas víctimas del emperador. Lo que sí es cierto es que Máximo recuerda a Lucio Quincio Cincinato (519-430 a.C.), un antiguo cónsul, que, según la leyenda, fue convocado al Senado en 458 a.C. para contener a los acuos, mientras estaba arando su terruño. Cuando consumó el encargo que se le había encomendado (para el cual había sido previamente designado como dictador), volvió a su casa de campo, de donde ya nunca más salió. Así pues, la recurrente elección del estereotipo del general venido a menos que regresa a Roma renovado, evoca al libertador de quien se espera derribe un régimen arbitrario para restituir el anterior. De hecho, parece ser cierta la aspiración de algunos senadores que defendían el restablecimiento de la República (entre ellos, el senador Graco en el filme). Lícito o no, lo cierto es que el filme adolece de errores y de licencias que no deben pasarse por alto. A este respecto, no está de más mencionar a John Sandys, un joven británico que ha escudriñado escrupulosamente el filme, llegando a contar hasta 124 errores, tanto propiamente cinematográficos como históricos. Entre los históricos, algunos de los más significativos son éstos:

  • La utilización de sillas de montar y estribos por parte de los soldados romanos de la caballería y del protagonista (artefactos que en aquella época no existían).
  • El lanzamiento en el estadio de ¡octavillas impresas! Recordemos que la imprenta de tipos móviles se inventó en el siglo XV.
  • La aparición de una villa renacentista (la casa hispana de Máximo), así como de numerosos campanarios.
  • Los tratantes de esclavos hablan italiano (el italiano deriva del latín, por lo que entonces aún no se hablaba).
  • El nombre del gladiador está compuesto de tres cognomina, que sería como decir, de tres apellidos: Maximus Decimus Meridius.
  • El reinado de Cómodo duró más de tres años, muy al contrario de lo que el filme parece dar a entender, etc.

Entre los errores exclusivamente fílmicos, destacan estos otros:

  • En un momento de la película se puede ver la estela de un avión en el cielo, y en otro, los surcos de un tractor en un arado.
  • En la batalla inicial, uno de los carros vuelca. Cuando la nube de polvo se desvanece, en su parte trasera aparece una bombona de gas.
  • Todas las banderas del coliseo apuntan en una sola dirección: hacia el centro de la arena.
  • Algunas escenas de multitudes tienen lugar en una plaza renacentista, donde se pueden apreciar estatuas de diversos papas.
  • En un par de secuencias se ven, fugazmente, miembros del equipo de rodaje con pantalones tejanos y camiseta.

Tal ingente cantidad de errores no constituye un demérito, lejos de lo que pueda parecer, pero su existencia requiere, no sólo efectuar un minucioso análisis, sino también desentrañar las claves de su autor. No pocas veces, lo que se da en reconocer simplemente como un error histórico, es una licencia que, aunque, por otra parte supone un riesgo nada despreciable (como es la perversión de lo exclusivamente histórico), las exigencias del guión lo hacen inevitable.

El filme, desde un punto de vista histórico, se remonta a un episodio muy concreto de la Roma clásica, y se diría que, a modo de antífrasis, Scott expresa su deseo de glorificar la historia de la civilización romana cuando, en boca del presentador de un combate entre gladiadores, evoca la batalla de Zama, o cuando, durante la secuencia en que Cómodo habla en la intimidad con su sobrino Lucio, cuenta una anécdota sobre el emperador Claudio, al tiempo que revelaba sutilmente a Lucilla, su hermana, la traición que a ella le tenía preparada. De hecho, muchos quisieron conjurar contra el emperador para darle muerte, pero la mayoría caía en sus manos antes de consumar el acto. Poco menos se podía esperar de un emperador que cada mañana sacrificaba a un tigre, promovía caprichosamente los combates entre gladiadores y aniquilaba a sus enemigos sin escrúpulo alguno. Una de sus primeras víctimas fue alguien tan cercano a él como su tía Lucilla, que también había intentado asesinarle. El jefe de los pretorianos de turno, Cleandro, la mató por orden de Cómodo. Poco después, cayó el mismo Cleandro. Fue substituido por Leto, quien, ayudado por su cómplice Marcia (una cristiana por la que Cómodo sentía un gran afecto, que, probablemente ella consentía para proteger a sus correligionarios), administró al emperador un brebaje con veneno. Mientras agonizaba, le remataron, según parece, asfixiándole.

Para acabar, no está de más hacer una breve referencia a dos personajes del filme: Cicerón (Tommy Flanagan) y Graco (Derek Jacobi). El nombre Cicerón recuerda al poeta, pero también, por asociación, a la palabra –cicerone–, que hace referencia a aquél que explica al viajero las curiosidades de un lugar a la manera de un guía turístico. En el filme, Cicerón guía a Máximo hacia la perdición, le traiciona. Al parecer, todo profeta es inseparable del traidor que le convierte en mártir.

Derek Jacobi (Graco), por su parte, aporta a la película una dosis de veteranía, y representa, a su vez, todo lo contrario a Cicerón: la fidelidad, la honradez, la integridad, en un imperio que se desmorona, y cuyo talante parece proclamar: “Todo tiempo pasado fue mejor”.

Gladiator no deja de ser un acercamiento, una nueva lectura, una interpretación de la Roma clásica, que merece un detenido análisis, un filme de entretenimiento, que suscitará, por qué no también, un gran interés por la historia en general.

Objetivos pedagógicos

  • Conocer el Imperio romano. Génesis, cronología y decadencia.
  • Conocer los últimos acontecimientos del siglo II d.C.
  • Estudiar la sociedad romana en todos sus aspectos. El juego: el coliseo y el circo.

Procedimientos

  • Análisis de la batalla contra los germanos. Ascensión al poder de Cómodo.
  • Estudio del talante de Marco Aurelio y de Cómodo. Qué representan el uno y el otro.
  • Observación de los diferentes torneos que se disputan en la película. Lugares en los que se celebran.

Actitudes

  • Adquirir una proyección más amplia de la historia (tomando como ejemplo el estudio de la Roma y la Grecia clásicas, como cunas de la civilización occidental).
  • Grecia y Roma. Hallar diferencias y similitudes entre nuestra civilización y aquéllas. Ej.: los pretorianos y la policía.
  • Buscar afinidades con nuestros antepasados romanos en la forma de divertirse.

Para saber más

  • CHRISTOL, M; NONI, D. (1988). De los orígenes de Roma a las invasiones bárbaras. Madrid: Akal.
  • El legado romano.
  • ESPAÑA, Rafael de (1998). El peplum. La antigüedad en el cine. Barcelona: Glénat.
  • ESPINÓS, J. et al. (1994). Así vivían los romanos. Madrid: Anaya.
  • Gladiator. El cine y su aplicación didáctica.
  • INCLÁN, L. (1994). El cine de romanos y su aplicación didáctica. Madrid: Clásicas.
  • MONTANELLI, Indro (1994). Historia de Roma. El imperio a través de los seres humanos que lo forjaron. Madrid: Globos.
  • PAYÁN, Miguel Juan (2003). Las 100 mejores películas del cine histórico y bíblico. Madrid: Capitel.
  • Veinte años sin romanos en el cine.

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