
‘Too Much Johnson’ o la muerte del silencio
La función principal que toda filmoteca se precia de ejercer es la conservación del patrimonio fílmico. Tal era el sueño de los primeros teóricos del cine, entre los que, curiosamente -o no-, se encontraba Thomas A. Edison, quien se atrevió a afirmar:
Estoy gastando más de lo que tengo para conseguir un conjunto de 6.000 películas, a fin de enseñar a 19 millones de alumnos de las escuelas de EE.UU. a prescindir totalmente de los libros.
Con lo que, tal vez, no contaba el prolífico inventor, era con el carácter fungible de las primeras películas del séptimo arte, uno de cuyos componentes, el nitrato, fue responsable de la desaparición de gran parte del testimonio cinematográfico hasta 1952, año en que el celuloide se despidió de tan combustible elemento. Con todo, aún hoy siguen apareciendo grandes hallazgos, como el de la película de Orson Welles cuyo fotograma encabeza este postrer artículo, y de cuyo paradero no sabía nada, ni su propio autor. Invitamos al internauta a leer un artículo del crítico Esteban Ramón, que lleva por título ‘La frágil vida del séptimo arte’. En él hallará someras referencias al destino al que han sido condenadas muchas firmas del cine. Algunas de ellas han resistido, por fortuna, a la muerte del silencio.