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l 5 de enero de 1942 se estrenaba en el cine Palacio de la Música de Madrid la película Raza, dirigida por José Luis Sáenz de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera. Sáenz de Heredia contó con lo mejor de la depauperada industria cinematográfica española: dinero (1.650.000 ptas, algo más de 9.939€), tiempo (el rodaje se llevó a cabo entre el 30 de julio y el 1 de diciembre de 1941), negativo (se emplearon hasta 45.000 metros) y grandes decorados (alrededor de 60).
Esta primera versión de Raza (la segunda data de 1950), basada en la novela homónima del general Franco, se rescató en Berlín en 1993, tras la recuperación de los archivos de la UFA, productora cinematográfica de la extinta Alemania nazi. Teniendo en cuenta que ésta era una de las pocas copias que sobrevivieron a la censura, presentaba un buen estado, aún después de haber permanecido oculta durante tantos años. Hoy, merced a los actuales avances técnicos, cualquier cinéfilo que se precie, tiene a su alcance copias remasterizadas de la película.
Cabría preguntarse, sin embargo, por qué no disponíamos hasta hace muy poco tiempo, más que de la segunda versión de Raza, que no por azar, pasó a llamarse Espíritu de una raza. Lo cierto es que ésta última tiene una duración inferior a la primera de casi seis minutos. No en vano, esta nada inocente mutilación de la cinta respondía a razones políticas de suma importancia. Para empezar, se suprimieron todas las alusiones a la Falange, se eliminaron los saludos con el brazo en alto. Se introdujo, además, un sustancial cambio ideológico, según el cual, el levantamiento militar no tendría por objeto derrocar un régimen democrático, sino impedir el avance del «imperialismo comunista». Por último, se eliminó cualquier alusión a los Estados Unidos y a los países vencedores tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, así como todo comentario contrario a la democracia, el liberalismo y la masonería. Es de comprender, pues, que el extravío de la primera versión no fuera casual.
Isabel Andrade espera en el muelle junto con sus hijos José, Pedro, Isabel y Jaime, a su marido, Pedro Churruca, que regresa de Cuba. Tras un clamoroso atraco, aderezado con oportunos aspavientos de bienvenida, Pedro se reúne junto a los suyos. La familia vuelve a ser una.
El protagonismo de Pedro Churruca, capitán de navío, es tan breve como simbólicamente significativo. Con la emoción contenida, narra a sus hijos las gestas de su antepasado en la batalla de Trafalgar, en 1805. Poco después, departe con un colega acerca de la difícil situación en Cuba «por los manejos de la masonería, respaldada por Estados Unidos». Churruca es enviado a Cuba, y muere en combate, como su antepasado. Corre el año 1898, el siglo XIX toca a su fin, y con él, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, como colonias españolas.
En 1928, Isabel Churruca contrae matrimonio con Luis Echeverría. Por su parte, José el militar y Pedro el político liberal, se perfilan gradualmente como los representantes de los dos bandos antagónicos de la Guerra Civil española. José, al que se le encomienda la mesiánica misión de entregar una carta al futuro dictador Francisco Franco, ve en su hermano la personificación de la traición a la patria y a la familia. Por el contrario, Pedro, aunque no renuncia a su linaje, abraza la causa republicana, seguro de que es la única alternativa posible.
José es detenido y fusilado. Sin embargo, su pretendiente, Mari Sol Mendoza, descubre que no ha muerto. La Quinta Columna ayuda a José a pasar al bando franquista en connivencia con ella. Su cuñado, Luis Echeverría, está a punto de desertar, pero José le disuade y le anima a continuar en el frente.
Jaime, que se había ordenado fraile, es vilmente fusilado, y por último, Pedro comprende el sinsentido de su militancia política y entrega los planos del frente de Aragón a una espía, para facilitar la ocupación del territorio por parte del bando nacional. Sin embargo, su maniobra no tarda en ser descubierta, y él, lejos de darse por vencido, recobra el ánimo y pronuncia una inflamada proclama a favor de los suyos y en contra del Frente Popular.
La última secuencia de la película presenta a Isabel, a Mari sol y a sus hijos ante un desfile militar. Uno de los niños le pregunta: -Mamá, ¿cómo se llama esto que estamos viendo?, -a lo que la madre le responde, dominada por la emoción: Esto que estamos viendo se llama Raza, hijo mío.
El 1 de marzo de 1940 se declara ilegal toda organización comunista o masónica. El 15 de octubre de ese mismo año, Lluís Companys, el que fuera presidente de la Generalidad de Cataluña y proclamara la República Catalana el 6 de octubre de 1934, poco antes de ser arrestado, y asistir, muy en contra de su voluntad, a la suspensión del Estatut; es fusilado en el castillo de Montjuïc. El 23 de octubre, Franco se entrevistaba con Hitler en Hendaya. Aquél fue un encuentro que alberga secretos que aún hoy no se han podido desvelar. El régimen de Vichy, en Francia (gobernado por el mariscal Pétain), no impidió, por ejemplo, que Lluís Companys fuera detenido en connivencia con Franco.
Por otra parte, el rey Alfonso XIII, que abdica el 15 de enero de 1941 en la persona de su hijo Juan de Borbón, fallece el 28 de enero. El 13 de julio, España envía a Rusia la División Azul, formada por destacamentos de falangistas y personas dispuestas a combatir junto con los nazis (en muchos casos, por pura necesidad).
La depuración ideológica, la escabechina política de los «sediciosos» y la imposición del miedo a la autoridad, auspiciada por una sólida campaña de represión y de propaganda pro-franquista, respectivamente, facilitaron el afianzamiento de la dictadura. A este respecto, Raza, como afirma Román Gubern, «se convirtió en la mayor epopeya oficialista del cine de la época, y en un verdadero film-manifiesto del franquismo. Su adaptación fue fiel al texto literario, pero su vertebración en tres épocas decisivas de la historia española -1898 (Guerra de Cuba), 1928 (fin de la dictadura primorriverista) y 1936-1939 (Guerra Civil)-, se resolvió con montajes de transición mediante sintagmas encadenados de breves escenas, a veces documentales.»
El rodaje de Raza en 1941 coincidía con el estreno de uno de los más populares filmes de la historia del cine, Ciudadano Kane, dirigida y protagonizada por Orson Welles. El personaje al que encarna Welles, Charles Foster Kane, es una biografía encubierta de William Randolph Hearst, uno de los más poderosos magnates de la prensa en los Estados Unidos de las postrimerías del siglo XIX. Se dice de Hearst, que dirigió la campaña de prensa contra España que hizo posible la guerra hispano-cubana de 1898.
Por su parte, José Luis Sáenz de Heredia, por encargo de Franco, se ocupaba de convertir a comunistas y masones en los responsables, en cierto modo, de la pérdida de las últimas colonias españolas. La Historia nos enseña, sin embargo, que el gobierno de los Estados Unidos no hizo más que aprovecharse, no sin la ayuda de la prensa, de la debilidad del gobierno español para arrebatarle sus últimas posesiones territoriales en Ultramar.
La segunda época que recrea la película coincide con la decadencia de la dictadura de Primo de Rivera, que dimite el 28 de enero de 1930, proclamándose, el 14 de abril de 1931, la Segunda República Española. El levantamiento del 18 de julio de 1936, y el desencadenamiento de la Guerra Civil (1936-1939), se presentaban, bajo el punto de vista de Franco, como el único remedio posible para rescatar a España del desastre al que el creía que la República lo abocaría. Desafortunadamente, la dictadura que impuso acarreó para el país consecuencias nefastas. Franco quiso, a través de Raza, ennoblecer a su modesta familia, nada menos, que haciéndola descender de los Churruca, y por extensión, sellar su relación con el poder, como si irremisiblemente estuviera predestinado a alcanzarlo.
Conocido, también, como el «Lucero de Occidente», se creía imbuido por el Altísimo de tal modo, que se hizo llamar caudillo de España por la Gracia de Dios. Dios, Patria y Familia constituían, pues, los tres resortes a los que se articulaba el régimen. Y Raza, una buena excusa para convencer a todos de su inalienable derecho a ocupar el poder arbitrariamente. El discurso de la película, no obstante, experimentaría un significativo cambio al final de la década, dado que el bando aliado, con los Estados Unidos al frente, derrotó a la Alemania nazi, y todo hacía pensar que se desencadenarían posteriormente, sustanciales transformaciones en todo el continente europeo, y que la época de los fascismos tocaba a su fin. Desgraciadamente, en España el totalitarismo se mantuvo durante casi cuarenta años, lo que redundó en un considerable retraso con relación a los países de su entorno. Pese a todo, en 1959, España se abrirá al mercado exterior, dando por terminada la autarquía económica a la que había estado sometida hasta esa fecha, y experimentando, gracias a tal medida, un tímido progreso económico.