ROSENSTONE, R. A. (1997). «El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia». Ariel: Barcelona.
R obert A. Rosenstone es catedrático de historia del California Institute of Technology y además del presente libro, ha escrito Mirror in the shrine: American encounters with Meiji Japan y Romantic Revolutionary: A biography of John Reed, ambos publicados por la Harvard University Press.
La obra El pasado en imágenes está dividida en tres partes, y éstas, divididas en capítulos:
La historia en imágenes
Filmes históricos
El futuro del pasado
El cine es un instrumento para estudiar la historia. Están aumentando los filmes históricos, y como consecuencia de ello, la crítica cinematográfica ha experimentado un notable desarrollo.
Para el autor, la historia está en decadencia al asegurar que en el futuro, “escribir historia será una especie de ocupación esotérica y los historiadores unos comentaristas de textos sagrados”[1]ROSENSTONE, R. A. (1997). El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia. Ariel: Barcelona, p. 29.. Para corroborar esa aseveración, se pregunta: “¿No parece evidente que éste es el formato en el que elaborar trabajos históricos que lleguen al gran público?”[2]Ibídem, p. 30.
Se puede plasmar la historia en imágenes, aunque hay dudas en cuanto al grado de lealtad histórica del medio cinematográfico, si se lo compara con las formas tradicionales de hacer historia. Hay quienes sostienen que “sólo las películas…pueden aproximarnos a la vida real”[3]Ibídem, p. .31. y en consecuencia, asignan a la historia escrita un grado de cientificidad que sólo está al alcance de unos pocos. Lo importante es, que, de una forma o de otra, “el cine está alterando sutilmente…nuestro concepto del pasado”[4]Ibídem, p. .34.. Con el paso del tiempo, las diferencias entre la historia escrita y la historia visual se irán agudizando.
En su defensa del cine como instrumento de reconstitución histórica, Rosenstone sostiene que entre la historia escrita y la historia visual hay carencias comunes en su forma de evocar el pasado. Como ocurre con el relato escrito, la invención forma parte del cine, dicho de otro modo, la manipulación es necesaria, y por ello se manifiesta —con sus particularidades— en otras formas de recordar el pasado. Ahora bien, la finalidad de un largometraje es “evocar la emoción, subrayar la fuerza del individuo, la magia de la memoria visual y oral para acercarnos a un pasado y a unos personajes pretéritos para así poderlos ‘vivir’, compartir e, incluso, admirar”[5]Ibídem, p. .87..
A pesar de la firmeza del autor en su defensa del cine como recurso histórico, afirma casi contradiciéndose, —si tenemos en cuenta que, para él el cine será el único recurso histórico que prevalecerá en el futuro—, que la información fílmica debe complementarse con otros tipos de información.
Por otra parte, el análisis del cine ha suscitado un considerable interés por el estudio de la sociedad, por ello, en contraste con el cine oficial, han nacido toda una serie de cines alternativos que alejados de la esfera política, abordan problemas contemporáneos que afectan a todos, pero en especial, a las clases menos favorecidas. Estos cines se engloban en un nuevo género, la historia posmoderna. La historia posmoderna rechaza “pensar en términos lineales de causa y efecto…pero cumple con las tareas de la historia y explica historias”[6]Ibídem, p. .161.. Además, a diferencia de la historia tradicional ha “renunciado…a…la historia profesionalizada, institucionalizada”[7]Ibídem, p. .162..
Este libro constituye —aunque con algunas contradicciones— una enconada defensa del cine como recurso histórico, es decir, como una forma más de acercarnos al pasado. Subraya con cierta exageración, dada la excesiva enumeración de filmes históricos, la importancia del cine no sólo como una forma de rescatar del pasado los episodios de la historia que subyacen en la memoria colectiva, sino también, como un medio para entender el momento actual en el que se inscribe la sociedad.
El apartado titulado Films históricos nos presenta cinco películas, o, si se quiere, cinco maneras de entender el pasado y el presente. De esta forma, Rosenstone, implícitamente, formula una declaración de principios: el cine no es sólo Hollywood. Hollywood representa el cine oficial cuyo público, en general, prefiere la nostalgia a la historia, la emoción a la razón[8]Ibídem, p. .89..
El último capítulo es un conjunto de “aforismos” mediante los cuales se invita al lector a profundizar no ya en el conocimiento del cine, sino en su significado. Nos sugiere además, por la forma en que está redactado, cómo aprehender e interpretar una película para entender el pasado en imágenes.