
La panspermia y el imaginario colectivo
El origen del término panspermia se atribuye a Anaxágoras (s. V a.C.). Según este filósofo, la materia primigenia es una amalgama formada por un número infinito de partículas diminutas (homeomerías). Dos son los ingredientes en torno a los cuales formuló su teoría: caos (masa informe) y nous (inteligencia). Nous es el principio del orden y, como tal, el origen del Universo y de la existencia. De ahí, su idea según la cual, la vida terrestre no se originó «in situ». En la actualidad, una de las más prolíficas fuentes del mito de la panspermia es el «incidente Roswell», caso que alimentó la filmografía sobre alienígenas. El avistamiento en Roswell, Nuevo México (Estados Unidos) de lo que inicialmente se presumía era un OVNI, fue la coartada que ideó la NASA para encubrir una operación de espionaje que tenía en su punto de mira las pruebas nucleares de la hoy extinta Unión Soviética. La correlación de poderes entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la guerra fría no estuvo exenta de fricciones. Sin embargo, difícilmente se habría mantenido el frágil equilibrio de fuerzas entre ambas potencias, de no ser por la existencia de un sistema de espionaje y de propaganda lo suficientemente eficaces como para hacer creer a la opinión pública que el orden mundial no corría peligro. La explotación del imaginario colectivo fue, a este respecto, la mejor baza. La ciencia ficción se ocupó de acrecentar el misterio, al proyectar la imaginación del ser humano hacia los confines del Universo, como se manifestaba en 2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), filme en que el hombre y el origen de la vida se mezclan con la creencia de que lo científico y lo sobrenatural van de la mano. Ya H.G. Wells en La guerra de los mundos (que un osado Orson Welles retransmitió a través de un programa radiofónico sembrando el pánico entre las masas) contribuyó a perpetuar el mito. No obstante la verdad de los hechos, los ufólogos no tardarían, años después, en negar la posibilidad de que los supuestos avistamientos (que, curiosamente, se repetirán con frecuencia tras lo sucedido en el Roswell de 1947) tuvieran su origen en sórdidas maniobras de espionaje encaminadas a preservar la estabilidad mundial. Así que el duelo entre verdad y mentira parece no tener fin.
«La panspermia y el imaginario colectivo». Fent Història, núm. 5. Barcelona, 2004.