
Historia Contemporánea (y Cine) – II
El fin de una era
El crepúsculo de la Edad Moderna es el preludio de la Ilustración[note]Con un criticismo «kantiano«, la «ilustración» sembró de incertidumbre los fundamentos ideológicos, morales y religiosos del Antiguo Régimen. En efecto, el siglo XVIII, también conocido como el «siglo de las luces» contraponía la razón a la superstición o el escepticismo al dogma eclesiástico. En la misma línea, cuestionaba, además, la legitimidad del absolutismo político, la sociedad estamental y el atavismo impuesto por la tradición[/note], el estallido de la Revolución industrial y el advenimiento de incipientes potencias económico-políticas. La Revolución industrial supuso el tránsito de una sociedad agraria a una sociedad industrial y urbana, consolidó el capitalismo y el poder de la burguesía y engendró una nueva clase social: el proletariado. Asimismo, las ideas de los filósofos franceses[note]También conocidos como «Les philosophes», uno de cuyos antecesores fue John Locke, quien, animado por la revolución inglesa de 1688 -tras la cual, parte del poder real se transfirió al parlamento-, defendía la restauración del «contrato social» como medio para demoler el absolutismo y cualquier otra forma arbitraria de gobierno. En este sentido, el filósofo inglés sostenía su particular crítica al poder absoluto en estos términos:
Al ser los hombres, como ya se ha dicho, todos libres por naturaleza, iguales e independientes, ninguno puede ser sacado de esa condición y puesto bajo el poder político de otro sin su propio consentimiento (…) Al unirse los hombres por vez primera en sociedad, todo el poder de la comunidad reside naturalmente en la mayoría.
LOCKE, John. Segundo tratado sobre el Gobierno Civil, 1690. Op. cit.[/note]
fueron rápidamente asumidas y escamoteadas por la burguesía, que necesitaba instaurar un nuevo orden jurídico-político para ocupar mayores cotas de poder con el fin de controlar y desarrollar su propia actividad económica. El crecimiento económico de las sociedades más industrializadas creó la necesidad de buscar nuevos mercados y yacimientos susceptibles de ser explotados, lo cual dio origen al Imperialismo, caracterizado por el expansionismo territorial y la hegemonía política subsiguiente.
La eclosión humanístico-científica en que desembocó la Ilustración, emana del racionalismo[note]Doctrina filosófica que sostiene que la realidad es comprensible a través de la razón[/note]y del empirismo[note]Doctrina filosófica que toma la experiencia como única base de los conocimientos humanos[/note], del imperio, pues, de la razón sobre la fe frente a cualquier forma de imposición ideológica, religiosa o moral. Ávidos de conocimientos y deseosos de difundirlos entre profanos y no tan profanos, los ilustrados no sólo alimentaron con sus tertulias el intercambio de impresiones en confortables salones de corte aristocrático, sino que estimularon, además, la venta de libros y de periódicos, con el consiguiente desarrollo de la opinión pública[note]Durante el siglo XIX se fueron configurando las que hoy conocemos como «corrientes de opinión pública», germen de los partidos políticos. Las numerosas tertulias y la aparición de periódicos contribuyeron a ello. En Gran Bretaña se fundó el primer periódico diario en 1702, y en 1780 ya existían 188 publicaciones de diverso tipo. El Journal de París fue, desde 1777, el primer diario nacional francés, y en 1789 se publicaban en Francia 169 títulos[/note]. Los diferentes campos del saber fueron reunidos en «La Enciclopedia»[note]»La Enciclopedia» era un compendio de los conocimientos que hasta esa época se habían alcanzado, pero también proponía una crítica de las instituciones políticas y de las ideas religiosas, y un rechazo de los dogmas, de la autoridad y de la tradición[/note], dirigida por Diderot y D’Alembert, que se abrió camino cómodamente entre las sociedades científicas de toda Europa. Animados por tal alud de conocimientos, los monarcas ilustrados crearon centros de saber experimental, como museos, observatorios o jardines botánicos, al tiempo que se fomentaban las expediciones científicas. Por si no fuera suficiente, Voltaire, Montesquieu y Rousseau, principales adalides del movimiento, establecerán algunos de los más sólidos principios sobre los que se asienta la democracia actual. De entre ellos, Montesquieu (cuya doctrina inspiró la Constitución norteamericana de 1787 y la mayoría de las constituciones europeas del siglo XIX) es el más valorado, puesto que formuló la teoría de la división de poderes[note]La concepción política que tenía Montesquieu era, pese a todo, sensiblemente diferente a la actual, pues sostenía que el poder debía estar en manos de los que entonces eran, supuestamente, los mejor preparados: los aristócratas[/note]:
- Poder legislativo: encargado de elaborar leyes, recae en el Parlamento.
- Poder judicial: encargado de administrar la justicia, debe estar en manos de jueces y tribunales.
- Poder ejecutivo: destinado a hacer que la ley se cumpla, debe estar encarnado en el Gobierno.
Con todo, Mientras que Voltaire[note]Voltaire fue, además, el primero que difundió en Francia las ideas de Locke y de otros autores ingleses[/note]propugnaba la popularización de la educación como motor del progreso, Rousseau definía el Estado democrático como la suma de todas las voluntades individuales que, unidas por el contrato social, originan la voluntad general como fundamento de la soberanía y de la ley. Por su parte, la investigación científica estimuló el avance técnico, hecho que coadyuvó al desarrollo de los medios de producción con el desencadenamiento de la Revolución Industrial.
Cronología
- 1714. Farenheit inventa el termómetro de mercurio.
- 1735. Linneo publica sus trabajos sobre la clasificación de las especies vegetales.
- 1742. Celsius elabora la escala centígrada de temperaturas.
- 1748. Montesquieu publica El espíritu de las leyes.
- 1751. Empieza a publicarse La Enciclopedia.
- 1762. Rousseau publica El contrato social.
- 1763. Voltaire publica Tratado sobre la tolerancia.