Cine e Historia, memoria o falsificación
En esta ocasión, nos permitimos rescatar un artículo, publicado originalmente en Huelvainformación el 23 de octubre de 2007 y transcrito, a su vez, en el sitio oficial del filme de Manuel Huerga –Salvador (2006)-, que alerta al lector sobre el riesgo que entraña confundir realidad con ficción cuando la Historia se proyecta sobre la pantalla de un cine. Asómese el lector a una reflexión que debería inducirnos a detectar anacronismos y descifrar cuantos enigmas jalonan la trama de toda cinta:
«Aceptamos el juego (de palabras y de conceptos) que nuestro colega Alfonso Crespo proponía en su reseña televisiva del pasado sábado a propósito de ’Los destinos sentimentales’. La diferencia entre «poner la cámara a principios del XX» y «parecer como si estuviéramos a principios del XX», y hablamos aquí de las relaciones entre cine e Historia, radica, precisamente, en el propio dispositivo cinematográfico, en la voluntad de ser fiel al registro fotográfico del cinematógrafo o, por el contrario, de servirse de él como instrumento, uno más, con el que ilustrar y re-construir la Historia desde las reglas de la narración o el drama decimonónico.
Esa «filmación del texto» de la que habla Crespo a propósito de filmes como ’Lady Chatterley’, de Pascale Ferran, o ’El romance de Astrea y Celadón’, del viejo y sabio Eric Rohmer, es precisamente la principal carencia de cierto cine reciente de vocación histórica, un cine que apuesta siempre por la aplicación de viejas fórmulas narrativas que simplifican la Historia con mayúsculas, una Historia casi siempre sangrante, injusta y dolorosa, para reconstruirla bajo la forma del melodrama sentimental y maniqueo de vencedores y vencidos.
Modelos reductores y de probada eficacia que subjetivizan el discurso objetivo de los datos y cualquier posible reflexión sobre ellos, en un magma de emociones en el que la enseñanza, de haberla, es siempre gratificante y catártica; una lección, lo mismo da que sea sobre los horrores del nazismo, la Guerra Fría (véase el fenómeno ’La vida de los otros’), la hipocresía de los traidores de la resistencia francesa o la lucha fratricida de la Guerra Civil española, filtrada por la escritura y el cómodo molde de los géneros.
De ’La lista de Schindler’, muestra ejemplar de esta tendencia de cierto cine histórico que confunde la verdad con el blanco y negro, a ’Las 13 rosas’, en la que los primeros y oscuros años del franquismo quedan apenas como un decorado (incluso digital) para heroicidades femeninas universales, cine e Historia reciente luchan por encontrarse en un modelo que no banalice a la segunda hasta convertirla en un género más articulado por unas normas que no responden sino a su propia dinámica y a su contenido netamente ficcional: «mi película -ha dicho Martínez-Lázaro– no es un ensayo sobre la Guerra Civil, va dirigida a las emociones». Ahí lo tienen.
El caso del cine español y su relación con los grandes temas de la Historia reciente como la Guerra Civil o la dictadura es, si cabe, más sangrante. Si el modelo de ’Las 13 rosas’, oportunamente estrenada en una coyuntura mediática favorable, apuesta sin disimulo por el maniqueísmo más elemental para ordenar ante su espectador (siempre afín, siempre cómplice) el mundo de los hechos históricos de acuerdo a la ideología del poder, otras cintas de éxito como ’La lengua de las mariposas’, de José Luis Cuerda, ’Salvador’, de Manuel Huerga, o ’Libertarias’, de Vicente Aranda, aplican un molde semejante, sentimental, concentrado en historias individuales y heroicas regidas por los patrones de la dramaturgia, filmadas desde el academicismo de reconstrucción de época que confía sus éxitos al diseño de producción sobre cualquier otra propuesta estética. Ni siquiera Ken Loach, adalid del realismo crítico y buen conocedor de los procesos dialécticos de la Historia, pudo escapar a estas simplificaciones en su esforzada ’Tierra y Libertad’, cuyo modelo repetía el año pasado a propósito de otro asunto histórico, la lucha por la independencia de Irlanda, en su premiada y tendenciosa ’Cuando el viento agita la cebada’.
Más inquietante aún resulta la deriva de títulos como ’El espinazo del diablo’ y ’El laberinto del fauno’, ambos del mejicano Guillermo del Toro, filmes en los que la Guerra Civil o el clima moral de la dictadura franquista no son ya sólo un vago eco de la Historia, sino un pintoresco background sobre el que desarrollar las fantasías más escapistas. Ni tan siquiera el poder del mito (apuntado también por Santiago Tabernero en su debut ’Vida y Color’), que alumbró algunas de las metáforas históricas más interesantes del cine español de la Transición (véase Manuel Gutiérrez Aragón), consigue aquí hacer pensar en una reflexión adulta y compleja sobre el pasado reciente y sus vínculos con el presente. Tampoco ’Soldados de Salamina’, de David Trueba, que parece apuntar maneras reflexivas desde su marcado juego de metaficción (de nuevo el blanco y negro o las texturas documentales como recurso de verdad), se atreve a dar ese paso, tan necesario, para que la Historia de España y el cine caminen juntos sin que asome esa cansina y manipuladora sensación de falsificación.»
Publicado en: http://www.manuelhuerga.com/salvador/spip.php?article307